El hombre tiene una imaginación fuera de lo común. Es capaz, por ejemplo, de transformar la fotografía o el vídeo de una mujer en su personificación carnal si necesita aliviar sus deseos sexuales y no tiene una compañera que le ayude a ello. Más aún, es capaz de imaginar que esa mujer audiovisual baila sensualmente para él, que le mira con ojos seductores, que se quita la ropa lentamente ante sus ojos para excitarlo. Y lo consigue, esa mujer imaginaria consigue excitar al hombre traspasando la línea del ingenio. La mujer ideal, lasciva, le pide que eyacule sobre él. ¿Cómo poner límites a una imaginación tan potente?
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