Salí escopetada del edificio, no quería que nadie me viese llorar, tantos meses en el paro estaba favoreciendo a mi desconfianza y a dudar de mi valía, tantos años de estudios y de preparación me animaban a intentarlo siempre una vez más. Sus palabras fueron secas y tajantes. No me dio opción a articular una sola palabra, ni los zapatos, ni el vestido, ni el perfume fueron tenidos en cuenta esta vez.
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