El día que me dijeron que era estéril fue el más duro de mi vida. Desde entonces, una mujer embarazada era la visión más desesperanzadora para mi, y la risa de un niño la música más triste.
Mi madre, hastiada por mi pena, me cogió un día de la mano y me dijo: “yo tampoco pude quedarme nunca embarazada, pero siempre tuve claro que eso no significaba que no podía tener hijos, por eso, tú llegaste a mi vida”.
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