Se acostaron
como siempre y empezó el tic tac del reloj. Pensaba en lo difícil que era
dormir enfadada con él... y en lo poco que dormía últimamente. Y seguía escuchando
el tic tac, entremezclado con su fuerte respiración. Pensaba en cómo le iba a
mirar mañana… Tic tac… En lo mucho que deseaba tocarle, y también en ese
continente y medio que se había instalado en la cama, entre los dos. Tic tac.
Contó todas las manchas de humedad del techo. Tic tac. Mientras él, ajeno a
toda actividad nocturna, respiraba en su lado de la cama.
En algún momento de la noche, cansada de
llorar, se durmió sobre la almohada húmeda. Soñaba que unos dedos rozaban su
cintura.
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