Sentía que le faltaba algo. Un pedazo de su cuerpo. Un pedazo de su alma. Se llevó la mano al pecho para comprobar que el corazón aún le latía y suspiró con apenas fuerzas. Estaba cansada y afligida, tanto como no lo había estado en toda su vida. Recordó las palabras que su madre le dedicó cuando se hizo mujer. “Te dolerá. Ser mujer duele, y mucho. Pero aguantarás todo el dolor que el cuerpo te dé, y eso te hará capaz de hacer cualquier sacrificio”.
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