Contemplar
su rostro marmóreo, y besar su fría piel, me devolvieron a la realidad, había
fallecido.
Nunca
besar a una madre estuvo tan lleno de vacío, era un adiós sin vuelta de hoja,
el resto estaba de más.
Con
serena sonrisa sintiendo mi alma partirse en dos, me despedí hasta nuestro
reencuentro. La ayude a irse serenamente, como tantas veces atrás ella me había
ayudado en mi vida y es que no hay nada más grande que el amor de una madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario