El
destino deseó que un hombre y una mujer vagaran desorientados por el mar. La esperanza se
materializó en forma de isla en el horizonte. Había llegado el momento de remar
y con él, el conflicto. El hombre, preso de su tozudez, quiso hacerlo
excluyendo a la mujer, pues la infravaloraba. Horas pasó remando sin conseguir aproximarse a la orilla.
La mujer ignorada se sentía ante su compañero a pesar de desear remar. La
imposibilidad de llegar a la isla provocó el diálogo entre ellos, el cual, duró
meses. Tras remar conjuntamente en una misma dirección, llegaron a la orilla. Ambos
supieron que su éxito procedía de su valoración
y esfuerzo compartido.
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