Reyes ya no tiene miedo. Hace años engrosaba la lista de mujeres víctimas de malos tratos. En aquella época apenas levantaba la vista del suelo. Los gritos, los insultos y las palizas habían marcado los cinco años de convivencia con su marido.
Sólo cogió la ropa de la niña. Una mañana cerró la puerta de aquella casa de tortura decidida a no volver jamás. Sabía que él la buscaría, pero su decisión era firme. Siguió adelante, con su miedo a cuestas, sabiendo que no había marcha atrás.
Ahora es una mujer distinta, trabaja de auxiliar de enfermería y ha rehecho su vida. Estuvo cerca de un triste final y pudo escapar. Reyes, ya no tiene miedo.
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