Ojos negros de mirada penetrante, llena de fuerza, de
confianza, conocedora de la realidad, de la barrera impuesta por la ignorancia,
por el miedo a su persona, a sus dotes, a que descubran que el mismísimo
Alejandro Magno le ha donado su alma victoriosa en mil empresas, su liderazgo y
su arrojo, su fuerza y su coraje, capaz de sobrepasar a tantos y tantos como
hojas caídas a finales del Otoño. Esa mirada tocada por los dioses hace
estremecerse a su interlocutor, se arruga y le invaden los nervios conocedor de
que algo más allá de su entendimiento esta sentado delante de él, algo que parece
retar su estatus superior.
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Ya le llamaremos para darle una respuesta.
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