Ella
iba en el taxi, no era demasiado guapa, pero sabía como sacarse partido. Sus
ojos color miel resplandecían. El conductor no le quitaba ojo por el espejo
retrovisor pero ella estaba ausente. Miraba la calle, atentamente, ladeaba su
sonrisa mientras se alejaba del manto de otoño, de la gente y de los lugares
por los que pasaba. Reconoció una pequeña y vieja librería, sacó de su bolso su
neceser, miró por su espejo, sonrió, pintó sus labios carnosos de brillo y
pellizcó sus mejillas. Llegó a su destino. Pagó al chofer, le miró, abrió la
puerta decidida por que hoy sin duda era otro día, era su día. No era
especialmente guapa, lo sabía , pero era feliz.
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