Dicen que las mujeres estamos locas. Yo, en
concreto, como una auténtica regadera. Debo de sufrir un trastorno de
personalidad múltiple, porque por las mañanas, cuando me levanto, soy una
alegre ama de casa que hace las camas mientras tararea canciones de Bisbal,
pero de repente, sin darme cuenta, me transformo en una eficiente contable y
salgo a trabajar embutida en un traje de chaqueta y pantalón. De vuelta a casa
empieza a aflorar la madre que llevo dentro: me vuelvo cariñosa, divertida y me
paso la tarde jugando con los niños, hasta que los acuesto. Entonces caigo
agotada en el sofá. Por eso, algunas noches, en lugar de una esposa servicial,
mi marido se encuentra con la bella durmiente.
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