Inspirar, espirar, inspirar de nuevo. Estas simples y rutinarias acciones le parecían en aquel instante imposibles de llevar a cabo. Se sentía como Alonso Quijano al enfrentarse a los molinos de viento; a pesar de que ella temía no lograr derrumbar los gigantes que la atormentaban. Al menos había dado el primer paso; una simple llamada había bastado para recordarle que no estaba sola. Se repetía mentalmente las palabras de la tele-operadora, tratando de convencerse de que eran una realidad y no una mera quimera. Por fin descolgó el teléfono que aún sostenía entre sus manos temblorosas y se decidió. Abrió las puertas del armario y vació un montón de ropa en una bolsa. Estaba lista y lo sabía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario