A veces regreso a las tardes de escuela. Trenzo la madeja de hilo Moliné mientras me llega el griterío de la última pelea en el patio, la voz de la maestra disolviendo y provocando temblores de llanto. Y ya dispuesta, la aguja diminuta enhebrada, el bastidor, las tijeras y el punzón sobre el regazo, dejo de prestar atención a la compañera que escribe en la pizarra la fecha del día siguiente con tiza blanca, a los rezos del rosario. Los ojos fijos en la flor, atentos a la puntada larga, a la corta, del matizado. Y las imágenes van brotando, desenroscándose y estallando en colores y formas. Sueños de infancia y adolescencia.
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