Respiraba, se henchía; cerraba los ojos, le quería. Dolía. Se levantaba, se perdía: la habitación daba vueltas y ella, confusa, se caía (otra vez).
Se levantaba, se ubicaba: encontró una salida que la guiaba al exterior, la oscuridad se acabó y a la vista solo había el esplendor de un nuevo día.
Recordó, sin prisa, los momentos sin dormir; ya no la acosaban, ni la perseguían: el calor reemplazo al frío, ya solo quedaba la normal incertidumbre de lo que el mañana le depararía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario