Vertieron la bolsa de plástico y se sumergió entre burbujas en el que sería su nuevo hogar. Sus nuevos compañeros fueron a saludarle nada más zambullirse y él aprovechó para informarse del funcionamiento de la pecera. Le contaron que ahí se vivía muy bien porque Sonia les echaba comida cada tarde y Juan les cambiaba el agua cada fin de semana. Luego les preguntó por la manera que tenían de diferenciar a Sonia de Juan, puesto que a él los humanos le parecían todos iguales. “Muy fácil — le respondieron — , Juan tiene una peca en la mejilla izquierda y Sonia no”.
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