Había pasado toda su vida peleando por encontrar su lugar en aquel mundo de hombres. Incluso había tenido que luchar por hacerse un hueco en el corazón de su padre. Él nunca le había prestado la misma atención que a sus hijos varones y eso le había hecho entender que su vida valía menos que la de cualquier hombre.
Desde que su prima había ido a vivir al extranjero y le explicaba como vivían las mujeres allí, soñaba con conocer esos países en los que las mujeres tenían libertad para elegir a su marido, vestir como les apeteciese e incluso votar.
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