Sofia mira la luna apoyada en el quicio de su ventana, sus hijos duermen, su vida duerme… ella también dormía. Respira y con cada bocanada de aire evoca un pasado lejano, unos sueños, una dicha, un sentirse viva, un todo olvidado en una vida ajena que acaba de dejar. No era su historia. Una lágrima recorre su mejilla, cae lentamente y la siente tan dulce, tan cálida; No hay dolor, no hay pena, hay esperanza. Ella está ahí, se siente viva y eso está bien. Se levanta con cuidado y arropa su dicha entornando la puerta a su paso. -Hay tiempo, siempre hay tiempo- se dice. Ya no mira atrás; Si cae, se levanta, aprende, lucha… siente… VIVE.
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