Había consagrado la espera a cuidar del hijo y a la costura. Día tras día, respetó la ausencia del hombre tejiendo el sueño de su regreso y destejiendo esas desesperanzas que, repentinamente, se le colgaban del corazón al imaginar que quizá él no volviera jamás. Pero escuchó al poeta cantar las gestas de aquel legendario héroe, el que, aprovechando la vuelta al hogar y mientras su fiel esposa se enterraba en la perpetua confección de un sudario, retozó con ninfas, diosas y nereidas. Entonces, se decidió; reorientaría el mito y, sobre todo, su dedicación a la costura. Aquella noche, durmió tranquila.
Cuando despertó, era dueña de un emporio del textil que, como Confecciones Penélope, S.A., ya cotiza en bolsa.
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