No sabía su nombre. No podía caminar, no podía moverse. “Soy pequeña e insignificante”, pensó. Quería llorar. ¿Sabría alguien de su existencia? Trató de dormir.
Aún guardaba la secreta esperanza de que alguien apareciese para rescatarla. Trató de mover la boca. Y entonces empezó a moverse. Sus piernas se desplazaban ágiles. Sus brazos coqueteaban con pequeñas partículas. En su frenética danza observó diferentes seres.
Podía verlo en sus caras. Se estaban riendo de ella. “¡Pero si sólo eres una muñeca!”. “Pronto se cansará de ti”. Y quería que el mundo se detuviese para contemplar su inconsolable pena. Había algo que nunca serían capaces de comprender. Ya no necesitaba que nadie fuese a rescatarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario