El primero en despertarse aquella mañana del día de Reyes de 1967 fue mi hermano pequeño, Daniel. Él se encargó de despertar al resto de la casa. Papá fue el que encendió la luz del salón y descubrió los regalos en la mesita al lado del belén.
Recuerdo que me quedé mirando cómo mi hermano abría sus regalos: un camión, un aro con su guía para conducirlo y un fuerte apache. Los míos... los de todos los años: una muñeca y algún tipo de cacharritos de cocina. Ese año, una neverita con luz.
Después de convencerle, se la pude cambiar a Daniel por su aro con guía. Fue el mejor regalo de Reyes que tuve en toda mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario