Salgo de estos seis meses en coma arrepentida por mi pasividad, por mi miedo. Pero ya no volverá a suceder, ya no se reirá más de mí ante mis amigas o mi familia, ante mi sensibilidad por la música, al leer a Jane Austen o al llorar ante las injusticias del Tercer Mundo; como si esto fuera una incapacidad por ser mujer.
Ya le resultará imposible pegarme cuando llegue ebrio a casa. Aunque quisiera, no podría, estoy a salvo en esta caja de madera noble, agazapada en el nicho en que habito para siempre. Aquí no me encontrará. Aquí, dónde sólo puedo pensar en mi error al no denunciarlo la primera vez que me golpeó, mientras gritaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario