Hablaba más rápido que nadie, parecía tener ganas de todo, era lúcido, brillante, yo le admiraba sin igual. Aquella mañana de 1984 mi profesor de matemáticas me enseñó a ver la vida como un lugar donde todo era posible, pues trajo chicas a una clase de un colegio en el que estaba prohibido que nos juntasen con ellas.
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