Aquel castigo era desmedido. Ella sólo había ayudado a aquel apuesto extranjero a buscar la tienda de fotografía en aquel laberinto de calles que era su pueblo. Intentaba ser amable al igual que él pretendía mostrar su agradecimiento cuando le regaló una de las pulseras de colores que llevaba en su muñeca. Debió sospechar que todo se complicaría cuando su primo Alí le escupió al pasar por su lado cuando entró a comprar golosinas para sus hermanos de camino a casa. La presencia de su prometido la alarmó. Su padre le dijo entre sollozos que era lo único que podía hacer para proteger su honor, tras ser repudiada y aquella puerta se cerró para siempre.
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