Había estado dormida durante muchos años en un sueño osuno y perezoso, en el que un hombre era sinónimo de seguridad.
Pero al igual que los árboles se desprenden de sus abrigos en otoño, yo renuncié a mis propios prejuicios. Y al final, todos los otoños de mi vida suman una caída del alma, una lluvia de lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario