Una vez, de niña, llené de agua de mar una botella, y creí haber encerrado al mar. Vivimos sin percibir nuestro afán por encerrar: en nuestra agenda, nuestro bolsillo, nuestra casa, nuestra mirada, nuestro olfato, nuestra memoria. Ávidos encerradores fracasando al intentar encerrar mares, porque sólo alcanzan agua. Un nombre en nuestra agenda no hace persona, un objeto en nuestra casa no hace hogar, una imagen en nuestra mirada no hace mundo, ni siquiera nuestra memoria almacena nuestras vivencias, sólo sus improntas. 120 palabras no pueden encerrar a la mujer: la madre, la esposa, la trabajadora, la gladiadora, la defensora, la equilibrista, la deseada, la incomprendida, la inspiradora de llanto, risa, baile, primavera… la fuente de la vida. Es imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario