Dejé yermos los sueños de la infancia. Subyugué la rebeldía de creer en algo distinto. La virginidad sangré a golpe de dolores repetidos que nadie cuenta. Quebré la voz argentina entre noches preocupadas, y la suavidad de las manos entre pañales. Crecí sola a base de insistencia. La fuerza del presente —no otra cosa— me sostiene. Todas nos consolamos con lo mismo: hay quien está peor. Total, no cuesta nada transigir un poquito. ¿No es suficiente el sueño, el cuerpo, la voz, las manos, el futuro? ¿Qué queda, pues, que no haya dado? Perdí hasta la palabra, si bien… queda la letra. No otorgaré pleno poder ante notario. No habrá obligación sin mi permiso.
SEUDÓNIMO: ALTANA
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