Saldré de casa porque en la fiesta de novias de Imilchil, en agosto, Tasa - que me dobla la edad - se fijó en mí y prometió protegerme. Le enamoraron mis mejillas rojas mientras acompañaba a mi tía divorciada. Para los bereberes todas las bodas se parecen:
Primer día: mi madre me besará en la rodilla. Lanzaremos dátiles.
Segundo día: temprano, traerán el abadir a casa; antes del atardecer la familia de Tasa llegará para bailar varios ahidous. Una mula adornada me llevará a mi nueva casa, sin pisar el suelo.
Durante dos días de retiro recibiremos parientes.
Quinto día: saldré con un velo. Seré tratada con difidencia.
A Tasa sólo le untaron henna en sus plantas. A mí, no.
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