Aquella imagen del espejo no le devolvía la mujer madura que era, sino la ilusión y el brillo en los ojos de aquella niña que aún desconocía qué era ser mujer.
Por entonces, una vida por delante llena de incomodidades: compresas y sujetadores incómodos y difíciles de disimular, juegos de movimiento reservados para chicos, trabajo duro... Después, el temor a los sofocos, a la pérdida de identidad femenina…
A todo sobrevivió. El viento recoge ahora sus voces esparciéndolas por doquier: Si antes, sin ser tarea fácil, consiguió vivir como mujer, mucho más lo haría ahora libre de incomodidades y ataduras.
Si entonces, ilusión para afrontar una vida miope, ahora, ilusión y fuerza irrefrenable por tragarse la vida a ciegas.
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