Digeron que su corazón era rojo, muy rojo, que bordaba extrañas siglas a la hora del almuerzo.
Me pusieron su nombre, porque su sangre roja palpitaba en mis venas, desde un pequeño cuerpo casi huérfano.
Fue un honor ser la hija de su hija y descifrar el mundo que tenía por delante.
Cuando aquella mujer roja murió, heredé una carta de su puño y letra que decía:
"Cuando la vida te empuje, sonríe con orgullo. Levántate y pelea por ella. Siéntela palpitando en tu vientre, en tus muslos, en tus manos y en tus pies. Sin miedo.
La vida es una dama muy valiente y estará siempre de tu parte si sabes defenderla sin mirar hacia abajo".
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