Regresan tus hermanas de la Piedra, mansos matriarcados que sanan, cuando el vientre y la semilla caminaban a la par.
Te disfrazas con mil caras. Lisístrata sin sexo; Hipatia coronando el ágora sin recelo.
Cabalgas por el tiempo, sin renunciar a tu rango.
Juana Inés reclamando al claustro beberse la mudez de sus libros; Campoamor soñando el voto; Rigoberta meciendo los derechos quebrados.
Eres todas y una, hijas de la misma entraña.
Ahora susurras a gritos.
-¡Sombras, sois sólo sombras, bajo la cárcel del chador!
Y quisieras dormirte en barbecho, cuando la voz alza la mano.
Pero despiertas, le rebanas horas a la vida y te alimentas con ellas, porque siempre te quedará el alma para continuar.
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