Ya había elegido todo cuanto en esta vida haría justo antes de llegar a ella. Solo quedaba un asunto pendiente, el cuerpo que me acompañaría durante el camino. Y había dos opciones: hombre o mujer. Elegí ser fuerte, independiente, dulce y honrada. Quise ser compañera y madre, hija y esposa, y todo lo decidí antes de venir a este mundo.
Al llegar, alguien me puso un manto para taparme porque mi cuerpo, cueva del tesoro que es mi alma, estaba cargado de pecado. Lo que no sabía, es que nadie podía esconder tras un simple velo la fuerza del alma de una mujer.
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