Buscó una guarida en la tierra y allí se refugió cubriéndose con las hojas del árbol más cercano. Nadie fue a buscarla y ella agradeció que respetaran su deseo.
Pasó el invierno nutriéndose de raíces y un día el árbol que le había prestado sus hojas, floreció. Entonces descubrió que era una mimosa. La planta de las mujeres que cada primavera despierta con una lluvia de soles. En el verano siguió contemplando el ciclo de la vida con infinita paciencia porque sabía que el momento de volver estaba aún lejano.
Todavía sus pies no eran alas.
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