La anciana volvía a casa de la compra, su nieta la esperaba lacándose las uñas. Lo primero que hizo fue ir al baño a quitarse la dentadura postiza; desde que enviudó no necesitaba disfrazarse si no era para salir.
Puso la coliflor a cocer.
Puso la coliflor a cocer.
―Abuela, voy a la biblioteca con mis amigas.
―Amigas... ¿esto qué es? Yo nunca he tenido amigas. Además aquí hay mucho que hacer... tú siempre detrás de esos libros... ¡de qué te servirá!― la chica soltó una carcajada tan fuerte que hubiera podido derrumbar el pisito. Éste fue su saludo, y la dejó sola con el alivio. Si ella se había ganado el olvido, ¿por qué su casa no? Recogió el esmalte e inadvertidamente coloreó su futuro.
―Amigas... ¿esto qué es? Yo nunca he tenido amigas. Además aquí hay mucho que hacer... tú siempre detrás de esos libros... ¡de qué te servirá!― la chica soltó una carcajada tan fuerte que hubiera podido derrumbar el pisito. Éste fue su saludo, y la dejó sola con el alivio. Si ella se había ganado el olvido, ¿por qué su casa no? Recogió el esmalte e inadvertidamente coloreó su futuro.
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