Soy una mujer vieja, me llamo igual que mi madre, no conocí a mi padre. Soy una mujer vieja y ya en mi tejado quedan pocas tejas.
Nací cargando una cruz solo por ser una mujer, crecí muda y con miedo al amor, y nunca fui como realmente quise ser.
Intenté levantarme después del hambre y de la guerra, pero el odio te encierra y vives mendigando luz, aferrada a la poca vida que te dejan.
Y así viví, dentro del miedo como si estuviera muerta, con las heridas abiertas y con el corazón ciego.
Pero aún tengo el alma repleta de sueños nuevos y en mis manos y en mis ojos, aún guardo el amor y el fuego.
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