Mientras sus hermanos pequeños se entretienen haciendo volar una cometa, la niña mira más alto, hacia las nubes. Nunca fue al colegio, pero su abuela le ha dicho que son algo intocable, humo escurridizo, capricho del cielo. Y ella evoca el vapor de los ferrocarriles que pasan próximos a su casa, guardando el inconfesable anhelo de ser maquinista, para poder estar más cerca de aquéllas. Lucha la joven sin olvidar su sueño, y la mujer logra un puesto administrativo en una compañía ferroviaria. No es maquinista, todavía ninguna lo es, pero siente la cercanía de los trenes, de las nubes… Y cuando, anciana, cierra al fin los ojos, es su nieta, orgullosa, quien hace sonar el silbato en su recuerdo.
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