Tu insistencia superaba el miedo a rozar un agua glaciar. Entramos de la mano abrigándonos un poco y una ola esfumó el miedo al frío que habíamos elegido.
Comenzaron nuestras risas. De repente una masa de agua nos empujó hacia la tierra, sólo pensé en protegerte... Seis segundos bajo el agua, sólo quedamos nosotras y un universo infinito y diferente. Al salir lo primero que dijiste fue MAMÁ. Aún seguías creyéndome capaz de todo.
Una lágrima dibujó dos orillas perfectas en tus mejillas, me acerqué a comprobar el salado sabor de la incertidumbre, tus ojos tiritaban. No pude decirte nada. Envolví tus bracitos con mi cintura y empezaste a sentir que todo encajaba de nuevo.
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