Aquella mañana de junio "el mal" salió de paseo y me visitó. Era el último día de trabajo antes de mis vacaciones para poder cuidar a mi madre a la que iban a operar.
"Buenos días Francisco", saludé con mi habitual sonrisa y me apresuré a finalizar y adelantar trabajo, tal y como era mi costumbre durante los veinticinco años que trabajé en esa oficina, cada vez que me ausentaba .
"Buenos días, estas despedida por ser mujer, mayor de cincuenta años, por haber trabajado sin tregua a cambio de un sueldo pequeño, siempre sonriente y dispuesta a ayudar", me contestó "el mal con forma de hombre"
Ahora me pregunto, cada día, que será de mi…
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