Te apetecería viajar a Mogadishu?
—Dijo ella.
Que él contestase de inmediato al móvil no le sorprendió —era consciente de su grado de adicción—, ni que la voz reverberante indicase su estado de ansiedad y el lugar desde el cual atendía la llamada. Imaginaba el espacio alicatado: el váter, la ducha, el lavabo, el rostro crispado pegado al espejo, las profundas ojeras que enmarcaban sus ojos saltones y su insostenible futuro con él. Imaginaba el malvivir impuesto por las nuevas tecnologías.
¿Habrá cobertura en ese lugar?
—Dijo él.
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