Hijo, ¿recuerdas la vieja guitarra que te compré? Si madre, asintió con la cabeza avergonzado. Recuerdo que trabajé durante una semana limpiando culos ajenos para ver una sonrisa en tu cara. Sabes, me destrozaste el corazón cuando despreciaste mi regalo, pero nunca te culpe a ti, sino a mí, porque en ese momento me di cuenta que te estaba malcriando.
El hombre sentado cabizbajo con la mirada en sus zapatos nuevos, se dejó llevar por sus emociones, y una a una resbalaban lágrimas por la delicada piel hasta la suela. Hijo, no llores, seas lo que seas, hagas lo que hagas, siempre estaré a tu lado.
-No lloré por ese recuerdo, sino por todos los sacrificios que hizo mi madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario