Decidió presentarse al concurso porque había perdido 10 kilos y necesitaba el importe del premio para pagar, al menos, un mes del alquiler y evitar el proceso judicial por el que iban a desahuciarla.
No es que le gustaran este tipo de concursos que exhibían a las mujeres como si fueran vacas, pero después de haber peleado a puñetazos por los yogures caducados y vestirse con la ropa desechada por los demás, tales recelos habían quedado desdibujados como los ojos gastados de rímel al final de la noche.
Por eso se quedó allí varada, como un cetáceo herido, cuando las manifestantes empezaron a gritar y a lanzar huevos podridos y los organizadores decidieron cancelar el concurso de miss camiseta mojada.
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