Tenía salud, dinero, amor y, además, se ganaba la vida ejerciendo la profesión que siempre había anhelado: era la violinista principal de un grupo de fama internacional. Sin embargo, la mujer, a sus cuarenta y ocho años, no era feliz, no podía serlo. Su hijo, abandonado recientemente por su novia de siempre, estaba sumido en una tristeza profunda.
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