Hace ya muchos años, una mujer encerrada en la torre de un castillo, decidió que no quería ser nunca más esclava de los hombres. Quiso revelarse contra los que la oprimían y reclamar su libertad. Así que, «gritó y gritó» pero las ventanas eran demasiado altas; «gritó y gritó» pero las paredes eran demasiado gruesas; «gritó y gritó» pero la puerta estaba cerrada, gritó tan alto como pudo, pero los hombres que debían darle la libertad no podían oírla, pues sentados tras la puerta con sus jarras de vino caliente, estaban demasiado absortos decidiendo cuales eran las necesidades de la mujer.
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