Con dulces primaveras creía ella que soñaría aquella noche, se desnudó lentamente y miró su tibio cuerpo en el espejo, esbozó media sonrisa y bailó suaves movimientos entre las sábanas, disfrutando cada segundo de los cambios de temperatura que le devolvían el sentido a su piel. Bajó los párpados y se dejo vencer...y entonces sus ojos se abrieron como un relámpago clarividente trayendo las imágenes de la primavera muerta, ella, inmensa, corría y sus piernas crecían a la velocidad de sus zancadas y sus manos poderosas apartaban con decisión aquello que le impedía avanzar. Repentinamente todo aquel movimiento se congeló, como un tren parado en una estación fantasma y fue entonces cuando lo entendió: aquel no era el sueño.
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