Cuando íbamos por la calle de la mano aquel viernes por la mañana, yo sentía que no éramos sólo dos, sino que éramos más gente: una multitud de hombres y de mujeres iguales, en nada diferentes, a los curiosos que nos miraban.
Aquel día me vinieron muchas cosas a la cabeza. La primera es que no nos hacía falta "tener papeles" de por medio en nuestra vida; la segunda fue la imagen de Lucía el primer día que la vi, en aquel colegio sólo de niñas en que ambas nos conocimos y conocimos el amor… Fueron años difíciles.
Nadie faltaba a la puerta del juzgado: mi madre, mis hermanos y nuestros amigos y amigas. Toda una vida.
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