Me acuerdo de ella todos los días. La veo sentaba en la salita mirando a mi madre que corregía exámenes y preparaba las clases. Era pequeña y delgada, pero con ojos grandes y vivos. Hasta que fui mayor, años después de su muerte, no supe su historia. Mi madre me contó un día que su marido la dejó con mi tía y con ella siendo niñas. No fue una vida fácil. Sin embargo, incluso cuando volvía tarde a casa después de trabajar fuera todo el día, cada noche las abrazaba y les contaba historias de amor que terminaban bien.
Cuando le pregunté a mi madre por qué nunca me lo había contado, simplemente me respondió: "Fue una infancia feliz".
Sin fronteras
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