Cenicienta invitó a todos los príncipes de aquel hemisferio. Todas las
Casas Reales habían confirmado, a vuelta de emisario, la asistencia de
su primogénito. Ella llevaría la iniciativa y controlaría cualquier
fleco o imprevisto para demostrar al mundo, de una vez por todas y
para siempre, de lo que es capaz una mujer organizando eventos. Como
ya tenía sobrada experiencia en el tema y se había leído toda la
literatura especializada, mandó que retiraran los carillones del salón
de baile principal y los de las estancias contiguas -para evitar
futuros contratiempos y reclamaciones- y dio órdenes muy concretas a
los porteros de no dejar entrar a quienes vinieran ataviados con
zapatos de cristal o con reloj de pulsera.
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