Cuando se subió a su coche suspiró aliviada. Había conseguido el trabajo. Cobraría ocho mil euros menos que el anterior ejecutivo, pero no la habían recortado tanto como ella esperaba. Al llegar a su casa se encontró todo empantanado. Se dirigió al salón y vio a su marido tumbado en el sofá y bebiendo una cerveza. Se miraron. Él dijo: "Me han despedido". Ella se fue cabizbaja a la cocina y cogió el cepillo de barrer. Volvió directa al salón. "Ahora es tu turno"-le dijo-. Cogió su bolso de imitación y se marchó.
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