Al mirar la foto de su hija que tenía en el escritorio, recordaba a su madre: siempre llegaba agotada de servir en otra casa y tenía que atender a un marido y a cuatro hijos de los que Inés era la menor.
“Te vas a estudiar a Inglaterra”. Inés no lo comprendía, pero su madre se impuso: no quiero que seas la criada de tus hermanos. A regañadientes, su padre apoyó la idea.
Volvió con la licenciatura y, ahora, en su despacho de ejecutiva, pensaba que su hija no tendría que hacer lo mismo que hizo ella. Y, emocionada, lloró. Su madre, aquella humilde y trabajadora mujer, si que supo ver el futuro y cambiar las cosas.
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