¡Querida hija!
Al nacer llorabas entre mis brazos ajena a todo.
Sólo tenías una prioridad ¡llorar! Abrir tus pulmones y respirar.
No me preocupé de que fueras mujer, no como la abuela.
Me llevo en mi corazón sus buenos consejos: el respeto a la vida, ser libre y luchar para poder decidir sobre mi templo.
Las adversidades son maremotos para los débiles. En este ciclón que estamos viviendo el trabajo escasea y nosotras recibimos el impacto con sueldos ridículos.
¡Ay, hija!Ser mujer, es seguir luchando. No excluyamos a los hombres de esta lucha.
Todos unidos crearemos un lugar donde todas las hijas vivan sus derechos sin tener que levantar la voz.
Será algo natural como el ciclo de la vida.
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