Entraba en casa cuando volvieron a llamarla del Centro. Acostumbrada a aquellos avisos intempestivos, ahora le requerían para media hora más tarde en la Planta de Geriatría del hospital nuevo. Ya la cena dispuesta, tomó un bocado frugal y recordó los consabidos deberes a los hijos adolescentes al tiempo que les prevenía para la noche que habrían de pasar, por primera vez, solos. Trastocado su propósito de preparar la oposición final del día siguiente, sopesó las circunstancias del momento y apostó por el compromiso que debía a aquél trabajo, presente incontestable, antes que apelar al hipotético futuro que situaba en el examen. En el bolso los apuntes, en el alma sus niños, marchó con esperanza firme y la disposición inalterada.
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